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Miedo a innovar

· febrero 9, 2024 ·

8 de febrero, 2024

En el mundo empresarial, pocos dudan hoy en día del valor de la innovación, especialmente necesaria en tiempos de incertidumbre y cambio acelerado. Innovar genera riqueza, descubre nuevos caminos, aporta ventaja competitiva. Nos hace distintos y mejores. Ayuda a crecer. Aporta una serie de beneficios que a todos convencen. 

Pero la aceptación de las ventajas de la innovación se queda con frecuencia en una teórica declaración de intenciones. Aparece un gap. El gap de la ilusión innovadora: la diferencia entre lo claro que tenemos que innovar compensa y la dificultad con que conseguimos desarrollar nuevas innovaciones.  

El gap se activa por razones muy variadas: falta de recursos, escasez de tiempo o de talento o, simplemente, que las ideas no llegan, la magia de la innovación no se activa. Y, por un motivo o por otro, dejamos, casi sin darnos cuenta, que la innovación se quede en el cajón. Queremos innovar, pero algo nos bloquea. Y ese algo, habitualmente, suele ser un motivo muy concreto: el miedo. 

Toda innovación es un salto en el vacío: supone moverse hacia lo desconocido, pisar un territorio que nadie ha transitado antes. Experimentar. Probar. Avanzar sin certezas. Asumir riesgos. De lo contrario, no sería innovación.  

La historia y la experiencia confirman, además, que innovar es peligroso. Nos puede llevar a perder dinero, tiempo, esfuerzo. Incluso, llegar a perderlo todo. Y, lógicamente, eso genera miedo.  

Un miedo que atrapa y bloquea la iniciativa innovadora. Miedo razonable. Que aparece en proyectos de todos los sectores y de todos los tamaños, en empresas grandes o pequeñas. Menor en la innovación incremental que en la radical, pero siempre presente. Nunca deja de acompañar a la innovación.  

Por eso, en buena medida, innovar es destinar recursos para gestionar el miedo. Porque no se puede innovar sin miedo y controlarlo parece el único modo de superar el gap de la ilusión innovadora. Tres estrategias se recomiendan para conseguirlo: abrazar el miedo, apostar en serio, y poner la red.  

Abrazar el miedo supone simplemente dejar de ver la innovación como algo mágico. Aceptar que innovar es duro, incierto, trabajoso, que convive con el error y el fracaso. Y prepararse para el largo trayecto de la innovación.  

Apostar en serio pasa por dotar recursos. Básicamente, presupuesto, tiempo y talento. Como si se tratase de un gasto fijo e irrenunciable. Como si fuese la electricidad, el coche, nuestro ordenador… Una partida que, si se anula, hará cerrar la empresa. 

Poner la red: prepararse para el fracaso. Combinar innovación con consolidación. Las empresas que sobresalen dedican a la innovación un porcentaje fijo de su presupuesto. Constante, pero pequeño, que a veces ni siquiera llegar a superar el 2% o el 3%. Para que, si te equivocas, no pase nada y puedas seguir sosteniendo el esfuerzo innovador.  

Porque si hay algo que caracteriza a las empresas que innovan, sean grandes o pequeñas, no es que tengan más ideas, o que sean más brillantes, sino que han perdido el miedo a intentarlo.  

No son más listos, ni tampoco más temerarios. Simplemente se han organizado para gestionar el miedo, y garantizar así la innovación. 

Liderar la innovación desde Euskadi

· enero 15, 2024 ·

11 de enero, 2024

Reflexionar sobre los más de 20 años al frente de Gestionet me lleva a la consideración de que aquella aspiración original de contribuir a potenciar el liderazgo en la innovación desde Euskadi se mantiene hoy intacta. El camino hasta el momento actual ha sido apasionante por poder aportar a la innovación desde el contexto vasco, que es especialmente estimulante en este ámbito. 

Euskadi tiene una significativa tradición industrial y es referente por su enfoque pionero en la economía del conocimiento. Desde mi perspectiva, este territorio es ejemplo sobre la importancia de la innovación como cultura. 

La innovación no supone elegir una opción. Representa una vía esencial para garantizar la relevancia y sostenibilidad en un mercado global cambiante. La percibo como clave de supervivencia y palanca para prosperar en un mercado competitivo. Es una necesidad. A este respecto, es básico impulsar una cultura de la innovación con un enfoque global que parta y se nutra de una visión compartida y que se sustente en valores relacionados, como el emprendimiento.

Además, para liderar la innovación, en mi opinión, esta mentalidad no solo debe impregnar una idea de negocio, tiene que contribuir de manera transversal a optimizar cualquier proceso interno. Debe formar parte de la cultura corporativa de toda organización que aspire a liderar cualquier sector.

Por otro lado, para liderar en innovación es necesario unir tecnología y personas, lo digital y lo humano. Es preciso, por ejemplo, favorecer el lado más humano en la aplicación de la inteligencia artificial para que las empresas y organizaciones más innovadoras ganen en eficiencia sin perder de vista a a las personas.

Innovación sustentada en colaboración

La colaboración es otro pilar que considero fundamental. En Euskadi formamos parte de un ecosistema empresarial que prioriza el intercambio de conocimientos. Este entorno permite impulsar la creatividad colectiva y fomentar la innovación colaborativa.

La relación entre universidades y centros de investigación con las empresas es clave. Estas colaboraciones impulsan el desarrollo tecnológico y potencian la capacidad para diseñar soluciones innovadoras que den respuestas nuevas y útiles a los desafíos actuales.

Desde mi punto de vista, liderar en innovación también implica fomentar una cultura de aprendizaje y adaptabilidad. Hay que preparar a los equipos tanto para el éxito como para el fracaso. 

En cualquier caso, la comunicación juega un rol esencial, no solo para compartir la visión de la innovación, sino también para conectar esta con la sociedad.

En resumen, el contexto empresarial actual presenta desafíos frente a los cuales es imprescindible impulsar una cultura basada en la innovación. La capacidad de liderazgo en este sentido de Euskadi es destacable y se sustenta, entre otros aspectos, en el hecho de haber establecido la colaboración como pilar fundamental en el impulso de la economía del conocimiento y de la digitalización. Ese, en mi opinión, sigue siendo el camino más de dos décadas después de mi primer emprendimiento destacable.

La inteligencia artificial, una oportunidad para la industria

· enero 15, 2024 ·

27 de julio, 2023

Cuando me pidieron que escribiera unas líneas sobre la Inteligencia Artificial como una oportunidad para la industria me vino a la mente la afirmación de Stephen Hawking: “El día que la inteligencia artificial se desarrolle por completo podría significar el fin de la raza humana. Funcionará por sí sola y se rediseñará cada vez más rápido. Los seres humanos, limitados por la lenta evolución biológica, no podrán competir con ella y serán superados”.

No puedo valorar si el escenario descrito está cerca o lejos de ocurrir o si es, siquiera, posible; lo que sí me siento capaz de afirmar es que lo que hoy englobamos dentro del concepto IA ofrece oportunidades que debemos aprovechar para mejorar el mundo en el que vivimos y queremos que vivan los que nos sucedan.

Digitalización, Inteligencia Artificial, “Machine Learning”, “Deep learning”… suponen avances tecnológicos significativos para la industria. En Velatia concebimos la tecnología como una palanca que, en manos de personas competentes y responsables, sirve para alcanzar objetivos que mejoren la productividad, la seguridad de los activos y de las personas y, en general, mejoren la calidad de vida en los entornos en los que estamos presentes.

Las empresas utilizamos software de análisis de datos, aprendizaje automático y modelado de simulación para recopilar y procesar información valiosa sobre el rendimiento de la maquinaria, la eficiencia de los procesos y la calidad del producto. Además, mediante algoritmos de aprendizaje supervisado y no supervisado podemos analizar los patrones en los datos y predecir el comportamiento futuro de sistemas complejos o situaciones anómalas en procesos.

El uso de herramientas de IA está mejorando significativamente la eficiencia y la competitividad de nuestras empresas. La tecnología nos permite optimizar procesos e identificar oportunidades de mejora, reduciendo, por ejemplo, los tiempos de inactividad no planificados. Además, hemos logrado mejoras significativas en la calidad del producto, en la productividad y en la seguridad de los activos y de las personas.

En el ámbito de la energía, alcanzar los objetivos de descarbonización de la economía pasa necesariamente por la generación eléctrica de origen renovable y la electrificación de los consumos, lo que provoca incertidumbre y cambios en los balances y flujos energéticos.

Velatia está utilizando IA en entornos muy sensibles, por ejemplo: en Ormazabal realizando gemelos digitales de las redes eléctricas proponiendo configuraciones óptimas para las mismas; desde Stratenergy venimos utilizando IA basada en redes neuronales para la gestión del almacenamiento energético; y en las TIC, desde Ikusi, la utilizamos para mejorar el rendimiento y la eficiencia de las redes empresariales de comunicación, incluyendo automatización de la red, detección y respuesta de amenazas de seguridad.

A través de la Inteligencia Artificial mejoramos la solución de problemas, aceleramos la resolución de incidencias y proporcionamos orientación para su corrección. Nos aporta información crítica para mejorar la experiencia del usuario y de las aplicaciones. También aumenta los conocimientos de seguridad al mejorar la respuesta a las amenazas y su mitigación.

Tenemos importantes retos por delante. Estamos aún en una fase incipiente de desarrollo de la IA, seguimos buscando nuevas formas de aplicarla en los procesos industriales y estamos comprometidos con la implementación de tecnologías innovadoras que mejoren la eficiencia y la rentabilidad de las operaciones.

Uno de los principales desafíos en su implementación es la privacidad y seguridad de los datos. Nuestras empresas se aseguran de cumplir con los estándares de seguridad y privacidad, siguiendo las orientaciones que establecen las regulaciones internacionales.

El enorme potencial que ofrece la utilización de la IA también nos exige aplicar criterios éticos exigentes para evitar los efectos negativos que, sin duda, plantea un uso irresponsable o descuidado de ese potencial.

Una IA capaz de tomar decisiones y actuar de forma autónoma plantea preguntas sobre cómo se debe usar, o quién tiene el control y la responsabilidad de sus acciones. Necesitamos un liderazgo regulatorio global y marcos éticos claros para garantizar que esta nueva tecnología se utilice de manera responsable y equitativa.

Como sociedad tenemos un reto y una oportunidad y todos debemos asumir nuestra responsabilidad.

A lo largo de los más de 50 años de historia del grupo, hemos vivido momentos de transformación y disrupción provocados por revoluciones técnicas y tecnológicas que, en su momento, generaron incertidumbre, plantearon controversia y discusiones sobre los efectos de la aplicación de estas y, sin embargo, cada revolución ha conducido a la humanidad hacia una mayor prosperidad. Confío en que siendo conscientes de las amenazas y los riesgos podremos minimizar los impactos negativos, inevitables en todo proceso transformador, y poner en valor las enormes oportunidades que se abren ante nosotros. La industria estará una vez más a la altura de lo que la sociedad necesite.

BRTA, ciencia y tecnología al servicio de la empresa y la sociedad vascas

· noviembre 13, 2023 ·

18 de marzo, 2021

Innovar es apostar por la investigación científica y el desarrollo tecnológico, y también es saber aprovechar la fortaleza del tejido social, el dinamismo del tejido productivo y el conocimiento generado a través de las redes de colaboración entre los diversos agentes socioeconómicos. 

Las sociedades más avanzadas son aquellas que han identificado la innovación como eje de actuación estratégico y que han comprendido que para generar riqueza y bienestar es imprescindible estar en la vanguardia, alumbrar nuevas ideas y ser capaces de desarrollar la tecnología que las materialice en nuevos productos, procesos y servicios.

En la alianza científico-tecnológica BRTA, con el apoyo de la SPRI, las tres Diputaciones Forales y el propio Gobierno Vasco, estamos completamente alineados con la necesidad de innovar para elevar la competitividad del tejido productivo vasco. Trabajamos para fomentar la cooperación de los 16 agentes que integran BRTA (CIC bioGUNE, CIC nanoGUNE, CIC biomaGUNE, CIC energiGUNE, Azterlan, Azti, Ceit, Cidetec, Gaiker, Ideko, Ikerlan, Lortek, Neiker, Tecnalia, Tekniker y Vicomtech) y tenemos la misión de colaborar para llevar la innovación basada en ciencia y tecnología a todas las empresas de Euskadi para favorecer la cohesión y la fortaleza socieoconómica del País.

Tras la aprobación del Plan Estratégico 2020-2023, que identifica nuestras principales líneas de trabajo, estamos inmersos en varias actividades. En concreto, trabajamos en el área científico-tecnológica, elaborando la Agenda de Investigación de BRTA que dará respuesta, desde la ciencia y la tecnología, a los retos socioeconómicos a los que se enfrenta el país. Los primeros capítulos de esta agenda abordarán los retos ligados a la fabricación inteligente, las energías más limpias, la salud personalizada y la alimentación saludable.

Además, trabajamos para reforzar la transferencia tecnológica y de conocimiento al tejido productivo, que es la misión principal de los centros de BRTA. Para ello desarrollamos actividades orientadas a la valorización de los resultados de la I+D y acciones de apoyo a la creación de nuevas empresas de base tecnológica e impulsamos acciones que favorecen la transferencia de tecnología a las empresas, especialmente las pymes y a los sectores industriales más afectados por la crisis.

Otro de los ejes estratégicos previstos en el Plan Estratégico es la comunicación, con la creación de una imagen de marca compartida y común para reforzar el prestigio de la Alianza BRTA y los centros que la componen ante la sociedad y el tejido empresarial vascos y en el ámbito de la I+D internacional.

Finalmente, en el plano de las personas y el capital humano, trabajamos en la configuración de un plan de carrera profesional compartido para todos los centros, así como en la atracción de profesionales de valía.

Toda esta actividad la desarrollamos en cooperación y el trabajo de BRTA no se entendería sin la colaboración con otras entidades guiadas por el mismo espíritu innovador. En este sentido, BRTA e Innobasque coinciden en su objetivo de que la sociedad y el tejido productivo de Euskadi sean más innovadores y para ello hemos compartido estrategias y hemos establecido diversas líneas de cooperación. En concreto, tenemos vías de colaboración sobre los indicadores para medir el desempeño de agentes científico-tecnológicos, nos coordinamos en acciones vinculadas a la internacionalización de la I+D vasca, donde los centros de BRTA son muy activos y traccionan a muchas otras entidades, y buscamos sinergias en actividades de prospectiva y vigilancia tecnológica. Todo ello para abordar unos retos y objetivos de País compartidos, desde la complementariedad de las organizaciones.

En definitiva, en estos tiempos convulsos y tras estos últimos meses de andadura, configuramos BRTA como un consorcio activo, engranado con el resto de agentes socioeconómicos, en el que colaboramos para mejorar el aporte de los agentes científico-tecnológicos a nuestro tejido productivo y a nuestra sociedad.

La ciencia como herramienta de transformación social

· noviembre 13, 2023 ·

23 de junio, 2022

El progreso social, económico y cultural logrado por la especie humana a lo largo de su historia es difícilmente asimilable. Por poner ejemplos cuantitativos concretos relativos a los últimos siglos, la esperanza de vida actual en el mundo según la Organización Mundial de la Salud es de unos 73 años. A principios del siglo XIX no llegaba a los 30 años. La mortalidad infantil antes de cumplir los cinco años de vida se encuentra ahora mismo en torno al 4%. Incluso en África, el continente con resultados más dramáticos, es inferior al 8%. En 1800, la media mundial superaba el 40%. Esto quiere decir que un porcentaje muy alto de ustedes, lectoras y lectores que están enfrentándose a este texto, no estarían vivos para alabarlo o criticarlo si hubieran nacido hace 200 años.

Podemos encontrar diferencias similares en muchos otros indicadores adecuados para medir el bienestar material de nuestra sociedad. No significa esto que nuestro mundo sea perfecto. Siguen existiendo situaciones trágicas, atroces, en las que la necesidad y el sufrimiento impiden un desarrollo pleno de la vida humana. Aunque el porcentaje de población en riesgo de pobreza extrema se haya casi dividido por diez desde 1800, esta situación todavía afecta a cientos de millones de personas en nuestro planeta. Pero la idea que vertebra este texto es que hemos recorrido ya un largo camino y hemos conseguido mejorar muchísimos aspectos de nuestras sociedades.

Elementos esenciales en este progreso han sido los avances del conocimiento en todas las disciplinas, no solamente científicas, así como la aplicación de muchos de los descubrimientos científicos a desarrollos tecnológicos. Muy a menudo estas aplicaciones eran impensables para los propios científicos en cuyo trabajo se sustentaban. La investigación fundamental, aquella guiada únicamente por la curiosidad científica, la que pretende responder a preguntas muy básicas y sin utilidad práctica inmediata, ha sido la base a partir de la cual construir posteriores tecnologías que han transformado nuestro mundo. Einstein hubiera sido incapaz de prever que la teoría de la relatividad iba a permitir ajustar la precisión del posicionamiento por GPS.

La continuidad de nuestra forma de vida actual y de los logros sociales obtenidos está en gran parte basada en la transmisión colectiva del conocimiento, de una a otra generación. Esta es una de las funciones cruciales de las universidades, de los centros de investigación y de instituciones similares: recibir y proteger el conocimiento acumulado por la especie humana, propagarlo y, por supuesto, generar nuevo conocimiento. Es vital por tanto para una sociedad contar con organizaciones que cumplan adecuadamente este cometido.

La investigación cumple para la sociedad un papel similar al que juega la educación para un individuo. La educación es un elemento básico para que una persona se integre en el entorno social, progrese económicamente y desarrolle una vida plena. La educación individual tiene una doble vertiente: sirve tanto para el desarrollo personal como para el beneficio o progreso profesional o económico. Proporciona tanto las capacidades mentales y los elementos culturales que construyen nuestra personalidad como herramientas para desenvolvernos en el mercado laboral.

Esta doble vertiente, cultural y económica, es aplicable al papel de la investigación para la sociedad. La investigación es un factor esencial en el desarrollo de ideas y comportamientos colectivos, ayuda a la construcción del pensamiento crítico y proporciona libertad frente a fundamentalismos y manipulaciones. Además, es un elemento clave para el desarrollo económico de la sociedad, no solo mediante la generación de productos hasta entonces inexistentes sino también creando las condiciones mentales adecuadas para que la sociedad se adapte y adopte las nuevas tecnologías que puedan surgir.

La crisis sanitaria originada a partir de la pandemia de covid-19 ha puesto de manifiesto una vez más el papel imprescindible e insustituible que juega el conocimiento científico en nuestra sociedad. Solo gracias a conocimientos generados durante décadas de investigación en proyectos cuyos objetivos eran muy distintos hemos conseguido desarrollar en un tiempo récord las vacunas necesarias para al menos atenuar el impacto que ha tenido la pandemia en nuestras vidas y recuperar una relativa normalidad. La ciencia ha sido, es y será esencial para el progreso social y económico, pero hemos comprobado con la pandemia que el conocimiento es también esencial para enfrentarnos a situaciones imprevistas. Si queremos disponer de las herramientas necesarias para afrontar con garantías en el futuro nuevas crisis inesperadas, muy probables, ha llegado el momento de reforzar nuestra apuesta por la ciencia, con convicción y perspectiva de futuro. Por la ciencia y el conocimiento en todas sus disciplinas, porque no podemos prever cuáles serán las herramientas que necesitemos. Es el árbol del conocimiento en su conjunto el que debemos nutrir y cuidar para que siga ofreciendo fruto.

Innovación para tiempos inciertos

· noviembre 13, 2023 ·

28 de abril, 2022

Acabamos de encadenar dos perturbaciones impensables en pleno siglo XXI. En este contexto, apostar por la innovación ha pasado de ser un tema prioritario a ser un tema imprescindible.

Hace poco más de dos años comenzó una pandemia mundial que produjo un shock excepcional con un impacto económico nunca visto en los últimos ochenta años, del que hemos conseguido recuperarnos gracias a una extraordinaria respuesta de las políticas económicas y de la reacción empresarial.

Cuando dejábamos atrás sus consecuencias más dolorosas y consolidábamos la recuperación, otro acontecimiento igualmente excepcional nos ha vuelto a golpear: la invasión de Ucrania. Resultaba inimaginable que esto pudiera suceder en Europa en la tercera década del siglo XXI, pero desgraciadamente es una realidad que, además del sufrimiento humano de la guerra, ha producido un cambio radical del escenario con consecuencias difíciles de anticipar. Los efectos superan con creces el impacto a corto plazo en nuestras economías, que ya estamos sufriendo muy vivamente en términos de inflación, pero no me cabe duda de que lo que estamos viviendo va a suponer cambios geoestratégicos de enorme calado para el mundo y, muy en especial, para Europa. Y la Unión Europea ha sido consciente, de forma abrupta, de la necesidad de fortalecer su autonomía estratégica en el ámbito energético, de la defensa o de la tecnología.

Estos cambios van a afectar a la estrategia de muchas empresas, porque los paradigmas en los que se asentaban están en un claro proceso de revisión. Un claro ejemplo de esto es la redefinición de las cadenas de suministros, cuyo impacto se está viendo acrecentado por el riesgo político, consecuencia de los últimos acontecimientos. También tendremos que prepararnos para una aceleración del proceso de transición energética en toda Europa, por convicción y por necesidad, dentro de un plan para alcanzar un grado suficiente de autonomía energética a través de proceso de transición razonable. Y todo ello sin olvidar una digitalización que continúa imparable redefiniendo nuestros procesos, nuestras formas de trabajar y de relacionarnos con nuestros clientes.

Momentos de cambio e incertidumbre como el actual son también tiempos de oportunidades. Porque una crisis significa una oportunidad de transformación, cuando se rompe el statu quo y se plantean cambios que en condiciones normales no se llevarían a cabo. Se trata de innovar para ser competitivos en los nuevos tiempos. Pero cuando hablamos de innovación debemos pensar en sentido amplio. La innovación no se circunscribe exclusivamente a sectores nuevos o a periodos acotados. La innovación es diferenciación y, por tanto, tiene un componente rutinario, es un proceso continuo dentro de la empresa.

Un proceso innovador en el que el objetivo final debe ser mejorar la vida de los ciudadanos, de la sociedad en su conjunto. Sólo así, la innovación se convierte en una ventaja competitiva.

La innovación es un factor inherente al ser humano. Siempre nos ha acompañado.

La apuesta por la innovación, a través del desarrollo científico y tecnológico ha sido un factor determinante del formidable crecimiento económico y social que hemos visto en los últimos tiempos. Pero en este contexto, debemos hacerlo más rápido, debemos ser todavía más disruptivos. Competimos en un mercado más interconectado, donde las fronteras entre distintos sectores y empresas se están diluyendo.

Y en este sentido debemos seguir apostando por las sinergias entre el sector empresarial y el institucional, y un extraordinario ejemplo es Innobasque, que se ha convertido en una referencia en el impulso a la innovación, especialmente valiosa para las pymes vascas. Pero sobre todo es crucial reconocer el liderazgo del empresario. Son los empresarios los que con sus proyectos transforman la realidad y estos son momentos para, con serenidad y realismo, tomar decisiones y liderar el cambio.

Depende de nosotros, de nuestro esfuerzo y de nuestra visión.           

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