15 de octubre, 2020

Euskadi es un país con una economía constituida principalmente por PYMES; más aún, con una economía representada en gran medida por empresas pequeñas. Ante la relevancia económica de este colectivo lo siguiente es una reflexión sobre la necesidad de aumentar el tamaño de nuestras PYMES para asegurar su supervivencia. Y considero tamaño en un sentido amplio incluyendo grupos y alianzas empresariales.

Una parte importante de nuestras PYMES son empresas con niveles de facturación entre 2 y 10 millones de euros, una zona de confort en términos de beneficios y de empleo. Una situación cómoda que no ha exigido al empresario multiplicar su tamaño. En muchos casos empresas que han crecido al arrimo de un número reducido de clientes de un modo simbiótico. Por una parte, la empresa proveedora ha generado beneficios suficientes para el empresario, y éste no ha sentido la necesidad de crecer, de aceptar nuevos retos. Por otra parte, la empresa cliente ha tenido un proveedor que se ha amoldado a sus necesidades, le ha dado un gran servicio y por tanto no ha buscado más allá de su zona geográfica de influencia. Esta dinámica ha funcionado en el pasado y los pequeños empresarios no han sentido la necesidad de cambiar su modelo de negocio.

Sin embargo, las claves de la competitividad en todos los sectores han ido cambiando en las últimas décadas. La competitividad pasa por gestionar con datos, conocer el mercado y nuestras fortalezas e invertir en tecnologías y personas que empujen el cambio. Algunas de nuestras empresas de referencia han sabido leer estas claves y han cambiado. Han innovado y, sin garantía de éxito, han arriesgado para asegurar una senda de crecimiento.

Cada vez más empresas cliente de las mencionadas arriba han tomado esa senda de la innovación y demandan de sus proveedores una nueva relación. Requieren certificaciones, productividad, inversión, tecnología, gestión digital y están dispuestas a ir lejos de su zona geográfica de influencia si es necesario. Sin embargo, sus proveedores de décadas, muchos de ellos PYMES, se han mantenido en su zona de confort. Observo que el reducido tamaño de muchas de esas PYMES es un obstáculo en este proceso de cambio. Su escasa dimensión no permite generar suficientes recursos para invertir en innovación, ni siquiera para desarrollar los conocimientos que le permitan reflexionar sobre ello. Ese empresario, que tiene en muchos casos menos de 30 empleados, no tiene tiempo en su día a día para gestionar su estrategia. Este fenómeno, que viene sucediendo en muchas empresas, tiene una dimensión importante cuando lo estudiamos a nivel macro. El número de empresas pequeñas y el empleo afectado por esta escasa innovación es relevante. Así lo ha constatado Innobasque y a ello está dedicando una parte importante de su esfuerzo: hacer llegar la innovación a nuestras PYMES.

La última década ha sido complicada y los beneficios han bajado en relación a la década anterior. Muchos pequeños empresarios han llegado a la actual crisis económico-sanitaria cansados. Esta situación, añadida a una escasa ambición e interés en salir de la zona de confort, amenaza a nuestras empresas.

La supervivencia de muchas PYMES pasa por mejorar su competitividad y ello requiere que el pequeño empresario se adapte, mejore; innove. Y ello me lleva al principio de mi reflexión: necesitamos empresarios con ambición, con capacidad de salir de su zona de confort y de asumir riesgos. Es una tarea nada sencilla hoy en día pero el hecho de ser complicada no nos exime de intentarlo y de, quizás, incluso fracasar. Necesitamos ambición para crecer, ambición para innovar.

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