22 de abril, 2021

Cualquier empresa, de cualquier sector, grande o pequeña, de aquí o de allá, sabe que, si no cambia a la velocidad que lo hace su entorno, más pronto que tarde desaparecerá porque perderá su posición competitiva en el mercado. Esto no es nuevo, siempre ha sido así, pero la aceleración exponencial que venimos experimentando en los últimos años, especialmente en sectores híper-competitivos como la automoción, se ha visto aún más reforzada por la percepción general de urgencia que la pandemia del Covid-19 ha grabado en todos nosotros. Urgencia por encontrar respuestas, soluciones, vacunas en tiempo récord… por sobrevivir. Pero la innovación en la empresa requiere su tiempo, requiere conocimiento, una estrategia, recursos y sobre todo una cultura que la propicie.

Las cifras hablan. A pesar de los esfuerzos públicos y privados y la decidida apuesta de todos por impulsar la innovación en Euskadi, el gasto en I+D sobre el PIB de Euskadi en 2019 sigue alejado del de la UE-27 situándose en 1,86%, frente al 2,19% europeo (fuente Eurostat y Eustat). Así que tenemos el reto y un plan PCTI Euskadi 2030 como guía. Tenemos un horizonte 2030 marcado por la sostenibilidad y los Objetivos de Desarrollo Sostenible y hasta financiación con los fondos Next Generation EU. Y reflexionando sobre los retos de las empresas en Euskadi en materia de innovación, me surge, por encima de otras, la debilidad manifiesta que creo es común a todas: el binomio innovación y mercado.

Que las ideas sólo se convierten en innovación cuando las valida el mercado es compartido por todas las empresas y, ¡más nos vale! Seguro que enseguida nos viene a la cabeza aquel desarrollo excepcional que hicimos, con total convencimiento de su éxito pero que no testamos previamente con el cliente y que hoy está guardado en una vitrina del showroom para que no se nos olvide lo que no hay que hacer…  

En general, todas las empresas industriales nos sentimos más o menos cómodas innovando de forma incremental, desarrollando mejoras de producto o proceso, de gestión, incluso nuevos conceptos para nuestros productos o servicios, pero cuántas de nosotras nos cuestionamos algunas de estas preguntas esenciales:

  • ¿Con quién competimos realmente?, ¿quiénes pueden o podrían llegar a sustituirnos, aunque no pertenezcan a nuestro sector? En automoción, por ejemplo, la estrategia de anticipación de los OEM ante las compañías tecnológicas ha sido clave en el sector.
  • ¿A qué segmento estratégico nos dirigimos?, realmente ¿no podríamos explorar otro/s?
  • ¿Quién decide la compra?, ¿es la misma persona que nos compra? Y sabiendo esto, ¿a quién estamos enviando nuestros mensajes? ¿Diferenciamos las figuras de comprador, cliente, y usuario con sus diferentes necesidades?

… en definitiva, es necesario un ejercicio de exploración creativa de las fronteras de nuestro propio sector y de escucha activa del mercado. Esto quizás nos ayude a obtener las respuestas que nos permitan innovar de forma más disruptiva e incluso, por qué no, ser capaces de crear nuevos mercados.

Comparte esta noticia

Contacto

Ana
Camacho
Directora general
BATZ

Próximos Eventos