8 de julio, 2020

Respondo a la invitación de Innobasque con este artículo, que como todos empieza con un folio en blanco, pero resulta imposible en estos días comenzar una reflexión sin tener como marco el impacto que la pandemia que sufrimos ha tenido en nuestras vidas.

Una de las primeras lecciones que he aprendido durante y tras el período de confinamiento es qué, si es cierto que el cerebro se divide en cajas, parece que puede ocurrir que alguna de esas cajas quede abierta e invada el resto de la materia gris contaminando toda reflexión, todo pensamiento.

No debemos cerrar la caja pero no podemos permitir que su fluido nos distraiga más allá de lo necesario. Es cierto que las secuelas del confinamiento sobre la economía, van a estar con nosotros durante un tiempo prolongado y que además debemos grabar a fuego algunas lecciones aprendidas, pero la vida sigue y nuestros retos, los que teníamos hace 3 meses, siguen ahí. Desafiándonos.

Por no cerrar en falso el capítulo sobre la pandemia dejo por escrito un par de lecciones aprendidas:

  • Somos mucho más vulnerables de lo que creíamos. Como individuos la vulnerabilidad era más evidente. Con mayor o menor consciencia, todas las personas saben que sus vidas pueden cambiar radicalmente en un instante por circunstancias inesperadas sobrevenidas. Pero ahora hemos aprendido que somos vulnerables como especie y que el progreso debe tener en cuenta este riesgo y trabajar para mitigarlo.
  • Estamos todos en el mismo barco. Ya lo sabíamos, pero no lo tenemos presente en la forma de actuar. Es más lo que nos une que lo que nos separa. Nuestro destino es interdependiente y lo que se hace en una esquina del planeta puede afectar gravemente a todos sus confines.

Pero ahora toca volver a nuestros retos, y los que formamos parte de Innobasque sabemos que la mejora manera de afrontarlos y superarlos es aplicando innovación en nuestras actuaciones. La innovación como herramienta de competitividad y de progreso sigue estando ahí.

Las lecciones aprendidas que cito vienen muy bien al caso del principal reto que afrontamos como sociedad, el calentamiento del planeta y a su impacto sobre la propia supervivencia de la especie humana. Es un hecho que prácticamente nadie cuestiona que, si no revertimos el cambio climático, el planeta va a sufrir daños irreversibles.

El reto de la reversión del cambio climático tiene que ver con las dos lecciones aprendidas: somos vulnerables como especie y solamente lo superaremos todos juntos. Si el COVID19 es la pandemia “fast-track”, el cambio climático es la pandemia silente. Y la vacuna se llama transición energética.

Es el principal reto y para vencerlo la innovación es una herramienta fundamental.

Innovación tecnológica que impulse la generación de energía libre de emisiones a costes razonables. Que facilite el transporte y la distribución de la energía de un modo inteligente.

Innovación social que cambie los hábitos de consumo de los ciudadanos hacia usos responsables de la energía, hacia una mayor eficiencia en el consumo.

En Euskadi tenemos una gran oportunidad para estar a la cabeza de las sociedades que luchen contra el cambio climático. Tenemos una industria potente en el sector de la energía. Un clúster de empresas tractoras y cadena de suministro. Un sistema de innovación que incluye centros de I+D+i con capacidades destacadas en energía. Una Administración Pública sensible a la importancia de la industria e imbuida del espíritu de la innovación. Y tenemos una ciudadanía con un buen nivel de formación y compromiso social que está preparada para asumir su rol en el reto, cambiando sus hábitos para contribuir a ese consumo más responsable.

Pongámonos a trabajar.

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