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Inicio » Líderes e innovación » Página 6

Digitalización y colaboración para afrontar la nueva realidad

· noviembre 13, 2023 ·

23 de diciembre, 2020

En Euskadi tenemos empresas con la capacidad, el conocimiento y los medios para hacer que nuestro país crezca, incluso en las coyunturas más difíciles. Creo que esta capacidad de superación y resiliencia forma parte de nuestra cultura. Tenemos experiencias exitosas de superación de crisis, saliendo reforzados y transformados, como lo ocurrido tras las inundaciones del 83, por poner un ejemplo. Este salir adelante nos ha situado en las posiciones más cercanas a Europa en muchos aspectos.

Incluso, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, citó a Euskadi recientemente como ejemplo de centros de innovación digital en los que Europa está interesada. En Innovación aún nos queda camino por recorrer para alcanzar una inversión en I+D equivalente al 3% del PIB, según el objetivo de la UE.

Y en este recorrido, acercándonos a otras regiones europeas, estábamos en 2020 cuando llegó la pandemia. Un momento único, en el que hubo que pensar y actuar al mismo tiempo, lo cual no es fácil. Las condiciones que nos rodean en esta nueva realidad marcada por la crisis sanitaria, nos han obligado a hacer un alto en el camino y reflexionar sobre cómo abordar el futuro para escribir estrategias que nos hagan seguir siendo referentes en Europa.

Los ingredientes indispensables para poder transformar una crisis como la actual en una palanca de transformación y crear un entorno favorable a la innovación son las personas y la tecnología, pero siempre poniendo a las personas en primer lugar, porque sin su empuje, creatividad y espíritu innovador nada sería posible. No hay países innovadores, ni empresas innovadoras, ni sociedades que innovan. Hay personas que hacen que los países, las empresas y la sociedad sean innovadoras, con la tecnología adecuada.

Existe un amplio consenso sobre la necesidad de una innovación constante en nuestras organizaciones o sobre la conveniencia de generar nuevo valor, en contraposición a competir sólo por precio. Por eso hoy, más que nunca, hay que pasar a la acción. La velocidad de actuación se convierte en el objetivo principal de una transformación que solo conseguiremos incorporando la digitalización en la cadena de valor, haciendo más eficientes los procesos y desarrollando modelos de negocio innovadores.

Si en el pasado la principal prioridad era crear producto, hoy en día las empresas quieren soluciones-servicio innovadoras basadas en tecnologías avanzadas como palancas impulsoras del negocio que generen nuevas fuentes de ingresos y optimicen las existentes, permitiendo la automatización de los procesos y una mejor toma de decisiones para competir de tú a tú a nivel mundial. Pues todos estaremos de acuerdo en que el mercado ya no tiene fronteras.

Las tecnologías que hacen posible esta transformación nos rodean ya en todos los ámbitos, y son, junto a la conectividad, uno de nuestros puntos fuertes: big data y analytics, internet de las cosas, inteligencia artificial, realidad aumentada, cloud computing, deep learning, gemelos digitales, fabricación aditiva, desarrollo de plataformas 5G… 

La velocidad de los cambios tecnológicos en esta revolución digital tiene una doble faceta. Por una parte, las nuevas tecnologías y la digitalización son cada vez más necesarias para incrementar la competitividad, pero, por otra parte, es imprescindible que seamos capaces de hacer un alto en nuestro trabajo y llevar a cabo una reflexión que sirva para optimizar el funcionamiento de nuestros procesos empresariales. 

Las empresas tecnológicas tenemos un reto importante, que no es otro que aportar soluciones globales para trabajar y apoyar modelos de innovación abierta y global en un marco de colaboración público-privada. Y es que, para poder mantenernos en esa lucha constante, es necesario contar con un apoyo institucional decidido para que nuestras empresas puedan seguir siendo referentes de calidad y eficiencia.

En este camino, la colaboración es esencial. Con otros agentes y con las instituciones. En el caso vasco, el Gobierno tiene un compromiso decidido con la innovación, que demuestra año a año en sus presupuestos. Y las empresas estaremos ahí apoyando esta estrategia que tiene un indudable efecto tractor para la toda la economía.

Innovar: querer y prepararse

· noviembre 13, 2023 ·

10 de diciembre, 2020

Hay dos ideas contrapuestas que pasan continuamente por mi cabeza cuando pienso en la innovación. Una primera está siempre relacionada con la velocidad, sin llegar a las prisas, pero sí con la ambición de ser los primeros, lo que significa que en nuestro ámbito queremos liderar la innovación. La segunda idea contrasta con la primera y relativiza el concepto del tiempo o de la velocidad necesaria para innovar, porque me doy cuenta de que por donde andan nuestras mentes y nuestras ideas, ya han pasado otras generaciones, y que lo importante no es tanto la rapidez sino la perseverancia.

Sin embargo, y aunque la perseverancia sea clave y en ocasiones no seamos los primeros en innovar, sí pienso que las necesidades sociales y empresariales están cambiando más rápidamente, y por lo tanto el factor de la velocidad, de aprender a reinventarnos, de innovar más rápido, tiene cada vez más peso.

Pero esa necesidad de innovar cada vez más rápido requiere sin duda de dos elementos clave, el primero, la motivación para innovar, y el segundo, la preparación para afrontar la innovación.

El primer elemento siempre me recuerda a un encuentro con la responsable de innovación de una multinacional finlandesa, donde ella nos trasladaba lo difícil que era innovar en su empresa de éxito. En su compañía la mayoría de la gente no quería salir de su área de confort y arriesgar en terrenos que, aunque conocidos, no eran seguros. Ella venía a decir que el ser humano de por sí no tiende a salir de la zona de confort, y que por lo tanto, para impulsar la innovación era necesario tener esa sensación de amenaza mantenida.

La reflexión que ella hacía se ha puesto de manifiesto en esta pandemia que hoy nos amenaza. El SARS-COV-2 ha obligado a muchas organizaciones a innovar sin quererlo, a salir de la zona de confort, a innovar y a cambiar las formas de ofrecer nuevos y viejos servicios. En Mondragon Unibertsitatea tuvimos solo un fin de semana para salir de nuestra “zona de confort” y convertir, a través de la tecnología, los hogares de trabajadores y trabajadoras y estudiantes en los nuevos campus. Lo hicimos poniendo en marcha un gran proyecto de innovación en todas las actividades de la universidad.

Ahora bien, esta innovación fue más forzada que deseada, y creo que lo hicimos bien y que hemos aprendido mucho para el futuro. Pero nuestro buen desempeño fue posible por el segundo elemento clave que comentaba anteriormente, por estar bien preparados para la innovación. La innovación no será casi nunca fructífera si en el camino no nos hemos preparado lo suficiente para luego poder dar una respuesta adecuada en calidad y tiempo.

En definitiva, innovar requiere: actitud para sentirse siempre algo incómodo y buscar la mejora continuamente, y también aptitud, para estar lo suficientemente preparados para abordar las innovaciones necesarias. Cualquier país que quiera ser competitivo requerirá ser también un país innovador, y creo que para eso no hay mejor inversión que seguir formando jóvenes con actitud, aptitud y valores que tengan ese espíritu y ambición de salir de vez en cuando de su área de confort.

Innovar con los pies en el suelo

· noviembre 13, 2023 ·

3 de diciembre, 2020

Pocos conceptos son tan amplios, abstractos y moldeables como la innovación. Eso es, seguramente, lo que puede pensar cualquier persona de a pie que pretenda acercarse al proceso en el que están sumergidas actualmente muchas organizaciones sin más conocimientos que las píldoras de información que recibe periódicamente a través de los medios. Y puede que tenga razón, pero lo más probable es que su idea de la innovación esté asociada a proyectos poco realistas, incluso irrealizables.

Los miembros de Innobasque decimos que la innovación consiste en imaginar qué podemos hacer para mejorar las cosas. Y eso está en manos de cualquier individuo, en cualquier ámbito de nuestro día a día. Innovar para aumentar el valor de lo que hacemos, explorar caminos desconocidos, asumir retos, construir conocimiento compartido y en definitiva, innovar para progresar. Ese es el reto que asumimos los miembros de Innobasque.

En CIC energiGUNE hemos visto ya ese futuro ligado a la innovación. Todo es real y tangible. Lo vemos cada día en el trabajo de un equipo dinámico y multidisplicinar; en nuestros laboratorios; en cada material, en cada ensayo realizado. Sabemos cómo van a ser las baterías de nuestros vehículos y de nuestros teléfonos. Innovamos para poder incluso predecir sin miedo a equivocarnos demasiado cómo vamos a gestionar y utilizar la energía eléctrica y térmica dentro de unos pocos años. Es, sencillamente, el resultado de aplicar la innovación a una escala humana, concreta y accesible.

No se trata, por tanto, de un ejercicio de voluntarismo, ni de imaginar algo que no tiene ninguna posibilidad de llevarse a efecto. La clave para dar pasos efectivos en la innovación es mirar siempre un poco más allá, pero manteniendo una posición firme en el momento actual. El esfuerzo en innovación tiene que tener un sentido y, sobre todo, una finalidad básica: que el trabajo realizado sirva para mejorar un proceso, un producto, un servicio o una forma de gestionar. Buscamos por tanto, que el esfuerzo en innovación impacte de forma positiva en la sostenibilidad de nuestra industria, de nuestra sociedad, y de nuestro medioambiente.

Porque sin mejora, no hay innovación. Si nosotros creemos que vamos a conseguir una batería de vehículo eléctrico más segura, más eficiente y más duradera, pero en ese camino dejamos de lado conceptos básicos como el desarrollo económico, la sostenibilidad, la economía circular o el respeto al medio ambiente, iremos justo en la dirección contraria. Renunciar a cualquiera de estos principios por el beneficio inmediato -y, en consecuencia, generar un nuevo problema a las generaciones futuras- nos ha conducido, precisamente, a una encrucijada de la que estamos intentando salir.

Por lo tanto, ¿innovar es necesario? No hay otra opción. No es una moda, es una necesidad como sociedad, es un compromiso con nosotros mismos y con las generaciones futuras. La innovación marca nuestro camino, y debemos ser capaces de mantener siempre los pies en el suelo, sabiendo que cada paso firme que damos en este proceso nos acerca al escenario deseado, aquel en el que la sociedad obtiene un bien común inequívoco, integral y duradero.

Talento, el motor de la innovación

· noviembre 13, 2023 ·

29 de octubre, 2020

Los productos, proyectos y servicios punteros son, sin ninguna duda, fruto del talento de nuestros profesionales. De esta manera, incorporar, desarrollar y retener el talento es clave para sustentar nuestro éxito presente y futuro. Definiría el talento como una mezcla de aptitudes, actitudes y valores. Son personas con talento aquellas que tienen capacidad intelectual y de trabajo en equipo, conocimiento de la especialidad técnica, pero también generosidad, altura de miras, espíritu deportivo, tesón, capacidad de esfuerzo y gusto por el trabajo bien hecho.

Pero el talento no puede ser un producto que otros desarrollan y que las empresas consumimos. Si miramos a nuestro ideal de sociedad, queremos crear y mantener una sociedad del bienestar, solidaria, integradora, que evite las desigualdades desgarradoras, por tanto, que no tenga una orientación low cost sino que se oriente hacia los servicios y productos de valor añadido, que puedan fundamentar económicamente nuestros ideales sociales, y que provean a nuestras personas de empleos razonablemente estables y dignos.

En ese contexto, el desarrollo del talento es un deber que nos involucra a todos. Empieza en la familia, pues en los primeros años de vida de nuestros hijos es donde se fundamentan valores principales como el respeto, la solidaridad o el trabajo. A la par, la labor docente es, en los años de la educación primaria y secundaria, clave para acercar a los niños y niñas a las disciplinas científico – técnicas e insuflarles pasión por las mismas.

Cuando finaliza la educación secundaria, los chicos y las chicas tienen que tomar una de las grandes decisiones de su vida: qué quieren estudiar, qué es lo que van a ser. Y en esta fase tenemos un gran margen de mejora. Atendiendo a las estadísticas, el 54 % del alumnado universitario es femenino, pero en las carreras científico – técnicas esta proporción baja al 26 %. Deberíamos preguntarnos qué tenemos que hacer para que, en un momento de déficit de profesionales, más chicas cursen carreras científico – técnicas, donde no solo tienen aptitudes, sino que pueden desarrollar prósperas y satisfactorias vidas laborales, en empleos de calidad, bien remunerados y que pueden colmar su vocación con proyectos ilusionantes.

Llegados a la universidad, ésta debería poner el foco en el alumno y constituirse como centro de excelencia para el desarrollo del talento que nuestra sociedad, con sus ideales, necesita. Así, debemos exigir que nuestras universidades estén dentro de las 200 mejores universidades del mundo, entre las 50 mejores europeas, e incluso entre las 20 mejores europeas de alguna de sus áreas de especialidad. Lo mismo pasa con los centros de investigación, que son muchas veces receptores de recién licenciados – en algunos casos, doctorados – y que juegan un importante rol en el desarrollo y el trasvase de ese talento y en la transferencia del conocimiento a las empresas. También a estos centros tenemos que exigirles excelencia y lograr que figuren en el ranking de los mejores de Europa. Finalmente, está el papel que juegan las empresas, que tienen una obligación para con el talento. No vale escudarse en que la universidad no prepara a los alumnos para el mercado laboral, pues les da conocimientos puramente teóricos. El mundo cambia, tenemos hoy por aprender lo que dentro de diez años nos dará trabajo. Así que demos a nuestros estudiantes una educación profunda en ciencias básicas, no tratemos de sacar de la universidad especialistas en técnicas puntuales. La especialización nos la dará ese mundo cambiante, a través de la empresa, en el desempeño diario de un trabajo que tendrá que adaptarse a las oportunidades a ritmo vertiginoso. Y las personas bien formadas en ciencias básicas podrán afrontar con éxito esos cambios que sin duda les exigirá su futuro laboral.

Las empresas nos debemos comprometer también con el desarrollo del talento, permitiendo que haya docentes entre nuestros profesionales, incorporando a personas en prácticas, para ofrecerles oportunidades interesantes de desempeño laboral, y sumando doctorandos en la plantilla.

En resumen, el talento, su generación, su desarrollo y su orientación a los fines que nos hemos dado como sociedad es un trabajo en equipo, un compromiso de todos los actores que formamos la sociedad. Nuestras empresas llegarán hasta donde lleguen nuestras personas. Pero esto también es aplicable al País Vasco. Euskadi llegará hasta donde lleguen sus personas, ni un paso más ni un paso menos. Es pues un reto compartido, un reto de país.

Liderazgo e Innovación

· noviembre 13, 2023 ·

21 de octubre, 2020

En estos momentos si pienso en liderazgo me viene a la cabeza el libro de Otto Scharmer que se titula “Liderar desde el futuro emergente”. Y además del “liderazgo emergente”, también me resuena el concepto de “liderazgo ágil”.

¿Qué está pasando hoy en el mundo? “Lo único constante es el cambio”.  “Lo único que no cambia es que todo cambia”. Es difícil para un equipo y organización, vivir en un mundo VUCA (volátil, incierto, complejo y ambiguo), todo se complica si se trata de prosperar en un entorno tan aceleradamente mutante. No es el fin del mundo, es el fin de un mundo de certezas.

Las innovaciones y los cambios en ocasiones se suceden en olas: un cambio disruptivo genera toda una cascada de nuevos cambios, como así nos está ocurriendo en este momento. Una época, en la que los cambios se suceden a una velocidad nunca vista en la historia. Sacar lo máximo de estos cambios es lo que nos ayuda a mantenernos un día más con vida como equipo y organización.

Las organizaciones que sobreviven, lo hacen a base de mantener flexibilidad, capacidad de adaptación y reacción rápida. Necesitamos abordar el entorno cambiante y la complejidad con un liderazgo ágil, con una combinación de cintura y velocidad.

El entorno cambiante al que nos enfrentamos nos exige reinventarnos. Cuanto más drásticos son los cambios en nuestro entorno, menos podemos apoyarnos en los patrones del pasado y más debemos aprender a prestar atención a sintonizar con las oportunidades emergentes. ¿Cómo responder a las olas actuales de cambio desde un lugar profundo que nos conecte con el futuro, en lugar de reaccionando contra los patrones del pasado, lo cual suele significar perpetuarlos? Para responder desde el futuro emergente debemos poner en suspenso nuestras opiniones y creencias pasadas, dejar ir el pasado e inclinarnos hacia el futuro que quiere emerger.

La raíz indoeuropea de la palabra liderazgo, Leith, significa “avanzar” “cruzar un umbral” “morir”. Dejar ir es parecido a morir. El proceso profundo de liderazgo: dejar ir y dejar que venga lo nuevo y desconocido, de morir y renacer.

Pasar por el ojo de la aguja. En el punto más profundo de cada viaje como persona líder, hay un umbral. Atravesar ese umbral, pasar por el ojo de la aguja, puede parecerse a morir y renacer. Según la Biblia, ”es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que no que un hombre rico entre en el reino de Dios” La frase “ojo de la aguja” se refiere a una puerta del antiguo Jerusalén: para que un hombre pudiera hacer pasar a su camello por la puerta de Jerusalén, tenía que descargar todos los paquetes con los que cargaba el animal. Del mismo modo, si queremos pasar por el ojo de la aguja en nuestro viaje como personas líderes, tenemos que dejar ir todo y descargar el equipaje que no sea esencial. Atravesar esta puerta significa encontrar como líder la respuesta a la pregunta; ¿Cuál es mi Trabajo en este momento? El trabajo con T mayúscula es nuestro propósito o nuestra llamada. Es para lo que estamos aquí en la Tierra.

Ambición para crecer, ambición para innovar

· noviembre 13, 2023 ·

15 de octubre, 2020

Euskadi es un país con una economía constituida principalmente por PYMES; más aún, con una economía representada en gran medida por empresas pequeñas. Ante la relevancia económica de este colectivo lo siguiente es una reflexión sobre la necesidad de aumentar el tamaño de nuestras PYMES para asegurar su supervivencia. Y considero tamaño en un sentido amplio incluyendo grupos y alianzas empresariales.

Una parte importante de nuestras PYMES son empresas con niveles de facturación entre 2 y 10 millones de euros, una zona de confort en términos de beneficios y de empleo. Una situación cómoda que no ha exigido al empresario multiplicar su tamaño. En muchos casos empresas que han crecido al arrimo de un número reducido de clientes de un modo simbiótico. Por una parte, la empresa proveedora ha generado beneficios suficientes para el empresario, y éste no ha sentido la necesidad de crecer, de aceptar nuevos retos. Por otra parte, la empresa cliente ha tenido un proveedor que se ha amoldado a sus necesidades, le ha dado un gran servicio y por tanto no ha buscado más allá de su zona geográfica de influencia. Esta dinámica ha funcionado en el pasado y los pequeños empresarios no han sentido la necesidad de cambiar su modelo de negocio.

Sin embargo, las claves de la competitividad en todos los sectores han ido cambiando en las últimas décadas. La competitividad pasa por gestionar con datos, conocer el mercado y nuestras fortalezas e invertir en tecnologías y personas que empujen el cambio. Algunas de nuestras empresas de referencia han sabido leer estas claves y han cambiado. Han innovado y, sin garantía de éxito, han arriesgado para asegurar una senda de crecimiento.

Cada vez más empresas cliente de las mencionadas arriba han tomado esa senda de la innovación y demandan de sus proveedores una nueva relación. Requieren certificaciones, productividad, inversión, tecnología, gestión digital y están dispuestas a ir lejos de su zona geográfica de influencia si es necesario. Sin embargo, sus proveedores de décadas, muchos de ellos PYMES, se han mantenido en su zona de confort. Observo que el reducido tamaño de muchas de esas PYMES es un obstáculo en este proceso de cambio. Su escasa dimensión no permite generar suficientes recursos para invertir en innovación, ni siquiera para desarrollar los conocimientos que le permitan reflexionar sobre ello. Ese empresario, que tiene en muchos casos menos de 30 empleados, no tiene tiempo en su día a día para gestionar su estrategia. Este fenómeno, que viene sucediendo en muchas empresas, tiene una dimensión importante cuando lo estudiamos a nivel macro. El número de empresas pequeñas y el empleo afectado por esta escasa innovación es relevante. Así lo ha constatado Innobasque y a ello está dedicando una parte importante de su esfuerzo: hacer llegar la innovación a nuestras PYMES.

La última década ha sido complicada y los beneficios han bajado en relación a la década anterior. Muchos pequeños empresarios han llegado a la actual crisis económico-sanitaria cansados. Esta situación, añadida a una escasa ambición e interés en salir de la zona de confort, amenaza a nuestras empresas.

La supervivencia de muchas PYMES pasa por mejorar su competitividad y ello requiere que el pequeño empresario se adapte, mejore; innove. Y ello me lleva al principio de mi reflexión: necesitamos empresarios con ambición, con capacidad de salir de su zona de confort y de asumir riesgos. Es una tarea nada sencilla hoy en día pero el hecho de ser complicada no nos exime de intentarlo y de, quizás, incluso fracasar. Necesitamos ambición para crecer, ambición para innovar.

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